RAROLARIUM

La casualidad es así.

Me encontré caminando un día por las calles de Burgos, admirando su preciosa catedral desde todos los ángulos posibles. Recorrí sus recovecos una y otra vez. Y encontré una tienda cerrada en la que quería entrar. Tendría que esperar un par de horas.

Subí al castillo que vigila la ciudad y bajé de nuevo. Pero aquella tienda no había abierto a su hora. ¿Sería que aquel día descansaban sus dueños? Decidí esperar un poco más y darle una última oportunidad.

Callejeé un poco más y pregunté por el Cid, que se escapaba de mí montado en su caballo, y una burgalesa amable me mostró el camino. Lo encontraría paseando más allá de los árboles del Espolón, pero eso me alejaba del laberinto de esa zona de la cuidad por la que me estaba moviendo. Así que decidí probar suerte por última vez con aquella tienda.

Empecé a recorrer las mismas calles por las que ya había pasado varias veces, pero esta vez mis ojos se fijaron en algo nuevo. 

PASEN Y VEAN

Decía el cartel que la pitonisa sostenía encima de la puerta. Y la mujer con la abeja en la boca me daba la bienvenida.

Miré hacia el interior del pequeño local, preguntándome cómo era posible que no lo hubiera visto las otras veces que caminé por allí. 

—Si crees en la magia —dijo la mujer de las serpientes— estás destinado a encontrarla.

Me pareció una invitación, así que entré y el mundo se desvaneció detrás de mí. En aquel momento solo existía esa pequeña habitación repleta de objetos maravillosos de todos los rincones del mundo. Comencé a repasar cada estantería una por una. Y encontré las libélulas.

—Puedes coger lo que quieras —dijo una voz tras de mí.

Aquella chica rubia parecía un objeto más de la tienda. Un raro y precioso ejemplar llegado desde una isla lejana que desapareció tragada por el mar. Yo seguí mirando sin hacerle caso. Todo lo que allí había parecía tener un valor incalculable, retazos de recuerdos que se habían salvado del tiempo y estaban recogidos en aquella exposición de curiosidades. Intentaba adivinar la utilidad de cada cachivache y retener cada maravilla en la memoria, pero sentía que, cuando dejaba de mirarlos, se me borraban de la mente como la arena de los sueños cuando te levantas. Por fin, me armé de valor y me acerqué a la hermosa criatura.

—Quiero algo que tenga su propia historia —le pedí— Algo que sea realmente mágico.

Y así comenzó un viaje por el interior de aquel lugar. Ella me enseñó algunas cosas que ya había visto y otras que no. Me enseñó el funcionamiento de artilugios antiguos y el conocimiento arcano de algunos libros sin escribir. Me mostró corazones vendados, peces abisales, cuentos de luz, colgantes mecánicos... Sentía que era una niña descubriendo el mundo, pero no lograba descubrir lo que necesitaba.

—Para mí —dijo ella— la magia está en las piezas únicas. Pero tú no eres como yo y me está costando dar con tu objeto. 

Entonces cruzó la tienda a toda velocidad mientras me preguntaba:

—¿Conoces los palos de la fortuna?

Volvió junto a mí con lo primero que me había llamado la atención al entrar en la tienda. Aquella caja cilíndrica se había escapado de mi memoria, pero ahora que la tenía delante, no podía esconderse: sabía que ese era el objeto que quería.

—Haz una pregunta —me dijo la chica. 

Después tiró los palos y me hizo escoger uno. Y lo leímos en voz alta: " Sí. Quien atiende a la parte más grande de sí mismo, será una gran persona"

Mi pregunta había sido contestada, había llegado el momento de abandonar aquel lugar. Me costó caminar hacia la puerta. La luz blanca que entraba por ella no me dejaba ver el exterior, pero sabía que, cuando la atravesara, todo volvería a ser normal. Ella se acercó a mí por última vez y puso algo en mi mano. 

—Pídele un deseo y se cumplirá en un año —susurró— Mucha suerte.

Entonces noté el suelo adoquinado de la calle, y la figura imponente de la catedral recortándose delante de mí. Inspiré profundamente antes de comenzar a alejarme. Cuando abrí mi mano y vi el cisne de madera, entendí que su magia seguía conmigo.


Si pasáis por Burgos, no dejéis de visitar el Rarolarium, en la calle Fernán Gómez 36. Miriam y el resto de sus maravillas os recibirán encantados. Uno de los sitios más mágicos que he conocido.


Comentarios

  1. Buena mezcla de realidad y fantasía. ¿Conociste El club de medianoche? La historia me recuerda un poco a los capítulos en los que aparecían Shardo y su tienda mágica, solo que sin el factor terror.
    Habrá que ir algún día a Burgos y visitar esa tienda a ver qué encontramos. Y me tendrás que explicar lo del Cid, que es lo único que no me ha quedado muy claro...

    ResponderEliminar
  2. Ja,ja,ja. Claro. Yo siempre he sido muy de Historias de la cripta, y El club de la medianoche era la versión más infantil, pero también lo veía. Creo que mi terror y mi magia siempre tiene un aire retro ochentero de esas cosas. Y resolviendo tu duda, estaba buscando la estatua del Cid a caballo, que no la encontrábamos por ningún lado.

    ResponderEliminar
  3. Es una tienda fascinante en la línea de las curio shops americanas (estuve en una en Nueva York) en la que cada persona descubrirá algo único y diferente, desde peluches de dos cabezas a manos para leer la fortuna. Super recomendada, no hay nada igual!! :)

    ResponderEliminar
  4. Bonita ciudad para pasarla, la estatua existe, lo que no descubri fue la mágica tienda.
    Cuando vuelva la buscare

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

COHERENCE / PERFECTOS DESCONOCIDOS

PLAYLIST DE CUMPLEAÑOS