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Mostrando entradas de octubre, 2019

EL LAMENTO DE LA SERPIENTE NEGRA

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Rae tiene corazón de blues. Tiene unos enormes ojos verdes encima de una sonrisa que tapa la verdad. La chica es un suspiro en el aire debajo de su camisa verde. Y debajo nada. El alma de Rae es negra como un gemido, como un perro negro. Toda ella es un pozo de brea, que intenta que la vean brillar para iluminar su vida. La suciedad  le come la cara, pero es guapa y si la miras demasiado tiempo se te acaban olvidando sus pecados y empieza a hablarte suave, rozándote el cuello, y te despiertas a su lado, con sabor a veneno en la boca. Luego se va al bar, porque pasa más tiempo allí que sentada a la mesa, retorciéndose como una serpiente, deslizándose entre los que viven en la noche, buscando otra piel caliente que la vea brillar.    Hasta el alba no consigue dormir, con su música de negros retumbando en las paredes. Su calle se despierta con lamentos ajenos que tiñen los pasos de notas graves y parece que sus sueños son tranquilos. Pero es Rae y un poco más tarde vu

BLACK SNAKE MOAN

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Nunca veo trailers de películas, porque la mayoría te destripa casi toda la historia, y alguna de las mejores escenas, así que para convencerme de que vea algo, lo mejor es un buen teaser. En pocas imágenes puedes hacerte una idea de la temática, el estilo, la fotografía, la ambientación... Uno de mis novios me enseñó mogollón de cine. Me enseñó a distinguir a los directores cuando yo le decía que solo importaba el guión, me enseñó a distinguir los etalonajes según la intención que quisieran darle a la escena y me caló en cuanto a gustos. Creo que siempre le he hecho caso cuando me ha dicho que viera algo, o que no lo viera, porque aunque era bueno, seguro que lo iba a pasar muy mal. Muchas de mis pelis preferidas las vi gracias a él. Aparecía con un teaser de algo que yo no había visto en ningún sitio y me lo ponía. Luego esperábamos meses hasta que salía en el cine. Y veía esas historias con tantas ganas... Una de ellas fue Black snake moan. En el teaser se ve

CÁNTAME A LA YEMA DE LOS DEDOS

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Mi madre dice que con dos años ya escuchaba Alaska y Dinarama. Y así empieza mi canción. El sonido siempre ha estado presente. Mi primer beso me llegó en la playa, con arena en la piel, de un niño de pelo rizado que me enseñaba una letra sobre una casa con ventanas azules y verdes escaleras. Poco después me mudé a esta ciudad, casi cuando en la tele dejó de sonar la sintonía de Barrio Sésamo y nunca vi a niños silbar en bici. Después, pasé una larga temporada en silencio. Y no me gustó. La música volvió cuando tuve edad para empezar a salir y llegaba a mi cabeza desde cada hueco de mi piel. Hubo chicos que se acercaron a mis ojos para arrancarse por Extremo y otros probaron a tararear Marea cada noche para intentar llegar al centro de mis piernas. Pero yo no oía rock estatal. Entonces llegó el rock clásico: Elvis, Sinatra… y mi vida se volvió un video en blanco y negro rodado en un motel con humo de tabaco distorsionando las canciones. El rock nunca muere, dicen. No fue

EL JUICIO DE OSIRIS

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Entro en la habitación con paso solemne y me paro frente a ti con la barbilla elevada. Lentamente deshago el nudo del manto y dejo que se deslice por mis hombros hasta el suelo. Me muestro desnuda ante tus ojos, tal cual soy. Luego bajo la cabeza hacia el agujero de mi pecho. Introduzco dentro las manos para sacar mi corazón y te lo ofrezco, mirándote desafiante. Tú lo coges y lo sopesas. Últimamente te gusta jugar a ser Ibis. Hoy lo comparas con una ciudad y mi corazón pesa infinitamente menos. Hoy no te parece suficiente y me das la espalda mientras dices que volverás a probar mañana. Sin cambiar el gesto, coloco esa pequeña parte de mí de nuevo en su sitio, recojo el manto del suelo y vuelvo a cubrir mi cuerpo y el roto de mi piel. Salgo de la habitación y me dirijo hacia el salón del trono.  Camino despacio, olvidando lo que hay a mi alrededor, obviando mis deberes. Solo puedo pensar en cómo un corazón que puede gobernar un país parece pequeño si crees que no