Mis historias malditas

Hace unos años, mi amigo Oscar me llamó y me dijo: —Tienes que leer "El arte de pedir", de Amanda Palmer. Me lo estoy leyendo y eres tú. A ver, no eres tú, ella habla de que hizo de estatua viviente... pero me recuerda a ti. Tienes que leerlo. Y después me envió una canción. Porque resulta que Amanda Palmer es compositora y cantante. Me enamoré instantáneamente de la canción, por que está escrita de esa forma que hace que te identifiques plenamente con ella, que usa las palabras que a ti no se te han ocurrido pero que definen exactamente cómo te sientes... Tardé un tiempo en leer el libro, por aquello de las lecturas atrasadas y las miles de cosas siempre pendientes, pero por fin le llegó el turno y lo acabé anoche. "El arte de pedir" es una biografía que esta rockera escribió tras triunfar en una campaña de crowfunding y dar una charla TED. A raíz de eso tuvo muchos admiradores y muchos detractores, pero parece que es lo habitual en esta época qu

Rita notó la luz de la mañana a través de los párpados cerrados y se revolvió en la cama con un gruñido. Solo habrían pasado un par de horas desde que se acostó y ya no estaba acostumbrada a trasnochar. Intentó enterrar la cara en la almohada, pero ya no había forma de recuperar el sueño, así que después de un par de vueltas más, decidió levantarse. Se incorporó bostezando y se frotó los ojos antes de abrirlos. Desde esa posición pudo verlo tumbado tan largo como era sobre el edredón y empezó a recordar la noche anterior. Aquella mañana había firmado por fin los papeles del divorcio. Ya no tenía nada que la uniera al gilipollas de su ex y eso había que celebrarlo. El problema era que hacía tiempo que sus amigos se habían ido a otras ciudades a buscar trabajo. Y la fiesta sola no le apetecía nada. Pensó en otro plan y el día que era le dio la respuesta. Así que salió a comprar y volvió a casa para prepararlo todo. Se puso un vestido dorado, sandalias y pendientes largos. Es

Soy la última de una saga de contadores de historias.  Nací en una tierra en la que aún habitan sirenas, trasgus y cuélebres, y crecí en una ciudad que no presta inteligencia a quien no la tiene.  Mis abuelos me legaron el poder de atraer tormentas y la magia que habita en los cuentos antiguos, y mis padres me enseñaron a tejerlos para que llegaran al corazón de los demás, pero hasta ahora no hay documentos escritos que avalen tal hazaña.  He sido tantas cosas que siempre olvido alguna y si hay algo que aún no haya hecho, es por falta de tiempo.  Actualmente enseño todo lo que sé a la gente que quiere aprenderlo.  Guardo mundos enteros dentro de los ojos y huracanes en el pelo. Incluso hay quien dice que soy una leyenda, tan irreal como las que cuento. Bienvenidos a mi casa.