Mis historias malditas

  Estoy leyendo un libro que me viene estupendamente para un post de este mes.  La última noche de octubre es la noche de Todos los Santos. Y como cada año, ya estoy preparando mi altar familiar, mis monstruosas comidas y aprovechando para leer algo de terror. Pero es que además, el 17 de octubre se ha celebrado el día de las escritoras. Así que... terror, escritoras, y salió este precioso libro de Emilia Pardo Bazán que encontré en Tula Varona, ilustrado por Elena Ferrándiz. No había leído nada de esta escritora nacida a mediados del siglo XIX, y ahora me encuentro descubriendo diez relatos de terror romántico muy del estilo de Poe. Emilia retrata la sociedad de su época, aprovechando para denunciar la posición de la mujer o la importancia de las apariencias, mientras entrelaza misterio y asesinatos en sus páginas. Todo un descubrimiento, que aumenta más aún su valor gracias a los dibujos de una gran ilustradora. Una recomendación para conocer (o revisitar, si ya la habéis leído) a un

  Conocí a este grupo porque Vane (@vanessanxl) nos lo ponía para calentar. Y bien de caña que nos daba con ellos. Esas canciones se me quedaban en la cabeza y me hicieron buscar más de este grupo sudafricano que le gusta a mi vasquita preferida. Y lo que me encontré, no me dejó indiferente. Ninja y Yo-landi son los dos extraños componentes de esta banda, y trasladan esa estética a sus videoclips, como parte de su esencia. Obras de arte en la que la violencia y la sexualidad se mezclan como los dos estilos de los cantantes. Con su rap electrónico se han convertido en los abanderados del movimiento zef. Esta palabra significa vulgar en sudafricano, pero sin un significado peyorativo. Es más bien un alegato a lo común en los barrios bajos de Johannesburgo, al glamour barato y al vocabulario soez. La polémica les persigue desde hace años, pero no está muy claro qué es cierto y qué forma parte del mito que se ha creado a su alrededor. Lo que está claro es que tienen tantos detractores como

  Si todo está escrito en las estrellas, ¿de qué sirve luchar? Si tengo a virgo de ascendente y mi fondo de cielo es sagitario, ¿cómo voy a cambiar? Lo dicen todas las conjunciones, es hora de que lo acepte. Yo soy así, con mis más y mis menos, con mi dualidad de incontables opciones y (gracias al cielo) innegablemente feliz.

  Por primera vez miro a mi alrededor y no hay hielo. No estoy en el estanque ni en las montañas en las que aprendí a sobrevivir sola. Todo lo que puedo ver es una árida llanura, en la que destacan algunos árboles resecos, y la casa frente a mí.  No se escucha nada que indique que por aquí haya cualquier forma de vida, ni humanos ni animales, pero no soy tan tonta como para que eso me haga bajar la guardia. Al menos ya no, es lo bueno de haber aprendido por las malas. Así que, antes de rodear la casa, voy hacia uno de los árboles y cojo la rama más grande que puedo partir. Y luego, intentando que mis pasos no hagan ruido, me dirijo hacia el centro del incendio. Al llegar al otro lado me quedo de piedra. Aquí no hace ni por asomo el frío que he tenido que vivir en otros lugares, pero juro que la sangre se me acaba de congelar dentro de las venas. Vale, sé que estoy exagerando, pero de verdad que lo que sentí al ver aquello fue algo muy parecido. Frente a mí se extiende un gran terreno y