EL ARTE DE CONTAR HISTORIAS

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Neil Gaiman es mi escritor favorito.

Tenía unos dieciocho años cuando el chico con el que estaba saliendo me pidió El velatorio por su cumpleaños. Así que fui por primera vez a una tienda de comics y lo compré. Mi padre y yo nos lo leímos antes de envolverlo para regalo y me gustó tanto, tanto, que me compré la serie de Sandman, sin importarme haber empezado por el final.

A partir de ahí empecé a leer más comics suyos, novelas, libros de relatos... y me di cuenta de que me engancha cómo escribe, que consigue transportarme a su universo y a lo que sienten sus personajes, que cuenta las cosas de una forma que me toca por dentro. Que me leo sus libros como leía los cuentos de pequeña, con ganas de tener universos en las entrañas que plasmar en un papel.

Con los años he estado ligada a sus obras. Sus personajes han inspirado dibujos, disfraces, partes de una obra de danza-teatro e incluso unos trabajos para la asignatura de RET (Relaciones en el entorno de trabajo) y no dudo de que seguirán haciéndolo.

Así que cuando hace unos meses me dijeron que había una masterclass de escritura impartida por él, supe que tenía que hacerla. Y en ello estoy. Voy poquito a poco, lo que el tiempo me deja, pero me está encantando. Lo estoy disfrutando como solo pueden disfrutarse las cosas en las que pones el alma.

Cada vez, me siento frente al ordenador y le escucho, y me río, y aprendo. Y hago todos los ejercicios con mayor o menor esfuerzo, pero disfrutándolos todos. Y comparto lo que hago. Y me doy cuenta de toda su influencia en mis cuentos. Y de que lo que escribo es lo que soy, las personas que me han rodeado y sus historias, lo que yo misma he vivido... Pero también es todo aquello que he leído: los cuentos clásicos, los grandes autores, los libros que me desagradaron, las joyas que cayeron en mis manos por casualidad... Mis historias son partes de mi mundo interior que se filtran al papel. Escriba lo que escriba, ahí está todo, ahí estáis todos.

En la última clase, Gaiman me llevó a conocer a Kurt Vonnegut y vi un par de conferencias suyas. Esta anécdota que cuenta en Un hombre sin patria se me ha quedado grabada:

«Tuve un tío bueno, mi difunto tío Alex. Era el hermano pequeño de mi padre, un licenciado en Harvard sin hijos que se ganaba el pan honradamente vendiendo seguros de vida en Indianápolis. Había leído mucho y era muy sensato. Su principal queja sobre los demás seres humanos era que, cuando son felices, pocas veces se dan cuenta. Por eso cuando bebíamos limonada a la sombra de un manzano en verano, por ejemplo, y hablábamos ociosamente a cerca de esto y de lo otro, zumbando casi como abejas, el tío Alex interrumpía de pronto la agradable charla para exclamar: “Si esto no es bonito, no sé qué puede serlo.” Y ahora yo hago lo mismo, igual que lo hacen mis hijos y nietos. Y, por favor, les insto también a ustedes a fijarse en los momentos felices y a exclamar o murmurar o pensar: “Si esto no es bonito, no sé qué puede serlo."»

Al final de la charla, les pedía a los alumnos que levantaran la mano si había tenido alguna vez en su vida un gran profesor, alguien que hubiese cambiado su vida o su manera de pensar de alguna forma. Después les pidió a los que lo habían hecho que le dijeran su nombre a la persona que tenían a la izquierda, para terminar diciendo: "Si esto no es bonito, no sé qué puede serlo"

Ahora pensad que estoy a vuestra derecha porque allá voy: Neil Gaiman está siendo para mí uno de esos profesores.

Comentarios

  1. Se llama Bárbara (asumo que sigue viva, aunque es bastante mayor) y me dio clase en el parvulario y casi toda la primaria. Al principio no nos entendíamos, pero acabó convirtiéndose en una de las mejores profesoras que he tenido. Se pasaba por el forro todos los programas, tendencias psicopedagógicas y nos enseñaba lo que le daba la gana cuando le daba la gana. En un curso nos daba tiempo no solo a terminar el libro, sino también a recitar todos los días las tablas de multiplicar y las preposiciones, aprendernos canciones con la flauta, elaborar nuestros propios disfraces para carnaval y desfilar con pareos una vez por semana. A día de hoy no sé cómo coño lo hacía.
    Como alguien que está haciendo también el curso de Gaiman (jejeje), doy fe de que es genial. Me encanta cómo habla, envidio su ingenio y siempre me dan ganas de darle un achuchón. A ver si hay suerte y lo traen a algún Celsius.

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