LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS
Hace ya muchos años que conocí a Lola.
Yo siempre he sido de ese tipo de personas poco convencionales, que normalmente hace lo que le parece sin importarle la opinión de los demás. Y esto tiene sus pros y sus contras, como todo en la vida. Uno de los contras es que si tus pintas no son como las del resto de la gente, te miran un poco raro. Y si la gente que te mira son los padres de tus amigos, pues muchas veces terminas siendo la mala compañía que arrastrará a su hijo a hacer cosas terribles, por muy santa y buena chica que seas. La primera impresión cuenta, sobre todo si no estas dispuesto a mirar una segunda vez.
Pero también hay gente a la que cómo vistes y el color de tu pelo no le importa, incluso siendo padres. Lola fue una de ellas. Recuerdo la primera vez que entré en su casa. Ella le gritó a su hijo desde la cocina que no le cogiese sus condones o que por lo menos le avisase para comprar más. Nunca había oído a una madre hablar así de simple y claro y me sorprendió muchísimo su falta de tabúes.
Recuerdo dormir muchas noches en su casa, porque yo vivía fuera. En aquella época, yo dormía bastante poco, con un par de horas me bastaba para empezar el nuevo día. Y a las ocho de la mañana ella ya estaba despierta. Yo me levantaba y hacía dos cafés y me iba a su habitación. Me sentaba en su cama y las dos hablábamos de la vida fumando cigarrillos mentolados. Me encantaban esas mañanas. Aprendí muchísimas cosas de su forma de ver la vida y no se me va a poder olvidar aquella conversación en una de las terrazas del parque Picasso. Siempre se me viene cómo nos decía que había que poner la felicidad siempre por encima del dolor (o cómo había que elegir siempre el sexo aunque se tuviera migraña) Porque tenemos la ocasión de escoger lo bueno y no conformarnos con lo malo.
Durante todas esas mañanas también hablamos de literatura. A ella le encantaba leer, y me prestó un montón de libros. Gracias a ella leí algunos clásicos que no conocía y también mis primeras novelas rosas. Fue Lola quien me dejó "Los renglones torcidos de dios", de Torcuato Luca de Tena. Con ese nombre de cura de la inquisición no me animaba a leerlo, pero tenía que hacerlo para devolvérselo y coger otros, así que lo empecé. Y ahora es mi libro favorito.
Torcuato Luca de Tena fue un periodista, descendiente de políticos y de fundadores de periódicos, que vivió en los años más convulsos de la España del siglo XX antes de irse a México. Allí se recluyó voluntariamente en un psiquiátrico durante 18 días, para documentarse y escribir la que sería la novela más relevante de su carrera, que tiene esta misma premisa. Alice Gould es una detective que se interna en un psiquiátrico para investigar un crimen que ha quedado impune y cuyo culpable se encuentra dentro del centro.
A partir de ahí, nos adentramos en un libro que mezcla la investigación con la desasosegante atmósfera del interior de una clínica mental, con todos sus trabajadores y pacientes, y con un asesino. A mí este libro me enganchó desde el principio y quería saber cómo se las iba a arreglar Alice para hacerse pasar por loca, descubrir al asesino sin morir en el intento y después salir indemne de aquel lugar. La forma en que está escrita, aunque densa, no hace sino llenarte de la atmósfera agobiante que la protagonista tiene que vivir, y acompañar sus penalidades y logros casi de su mano.
Lola se marchó de España por amor y por trabajo. Y por la vida. Vendió sus libros al peso porque no podía llevárselos, y a mí me regaló los que aún tenía en mi casa. Y no volví a saber de ella. La madrugada en que me llamaron para decirme la hora de su entierro se me hizo un nudo muy grande en el estómago. Aún hoy me pesa, porque simplemente viví sin tenerla conmigo. Ni siquiera sabía que llevaba años de nuevo viviendo a diez minutos de mi casa. Y ser consciente de que no puedo hablar una vez más con ella me produce una nostalgia sorda y extraña, que siempre va a formar parte de mí. Los libros con los que me quedé no son los mejores, pero los guardo como tesoros. Y mantengo vivo lo que me enseñó.
Para todos, chicos, en todos los ámbitos de vuestra vida, elegid el sexo antes que la migraña, siempre. Para quienes os gusten las novelas de misterio o investigaciones, leed "Los renglones torcidos de dios". Bueno, todo el mundo, que es mi libro favorito: leed "Los renglones torcidos de dios" Y sobre todo, disfrutad cada momento, disfrutad a cada persona que esté a vuestro lado y aprended de ellas. Y vivid felices.
Sabía que Los renglones torcidos de dios tenía que ver con un manicomio, pero no sabía de qué iba. Ahora sí que tengo curiosidad por leerlo. Ya te preguntaré cuando termine con LA PILA.
ResponderEliminarLa lección de escoger siempre lo bueno en vez de lo malo me parece muy buena, pero creo que la metáfora de la migraña no funciona muy bien. Yo, por suerte, no las padezco, pero sé que cuando tienes un dolor de cabeza muy fuerte no hay manera de disfrutar ni el mejor sexo del mundo y puedes acabar hasta vomitando encima al acompañante. Hm, ahora que lo pienso, esto casi suena a alegoría de las enfermedades mentales...
En fin, mejor dejo de divagar. Siento mucho tu pérdida. Lola debía de ser una tía interesantísima.
Lo era. Creo que se refería a que si hay cosas malas que ya están ahí, tienes que aprender a vivir con ellas y disfrutar del resto. Y para ella, el sexo compensaba todo lo demás. (No creo que incluso muriéndote de dolor y vomitando, vamos a presuponerle excepciones, jaja)
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