LOS PASOS DEL INARI


El inari entró despacio en el patio de aquel castillo inglés. Estaba siguiendo a un chico que había llamado su atención un rato antes. Le había visto bailar en la calle, levantándose del suelo en giros imposibles, como si la gravedad no fuese una constante para él. Sus movimientos le habían hipnotizado hasta el punto de olvidar lo que estaba haciendo antes de encontrárselo.

Cuando recogió sus cosas y se marchó de allí, el inari intentó imitarle, pero sus nueve colas se le enredaron entre las patas y le hicieron caer al suelo profiriendo un aullido lastimero. Él no era torpe, más bien todo lo contrario, así que si no podía hacer esa danza, era porque aquel chico tenía que poseer algún tipo de magia. Rápidamente le buscó por las calles y se convirtió en su sombra.

Pero una vez que entró en aquel lugar se le acabaron los sitios tras los que esconderse. El inari se transformó entonces en una hermosa joven, enroscó sus colas bajo el vestido y respiró hondo. Hacía siglos que no utilizaba esa estratagema. Caminó por el verde césped hasta el muchacho y le saludó con la voz más dulce que había oído nunca.

El chico la miró intrigado mientras le contaba su historia, pero negó rotundamente poseer cualquier tipo de magia. "Solo es constancia", le dijo, "bailo todos los días desde que era niño" Y después dio una voltereta imposible hacia atrás. Cuando la chica intentó repetirla, cayó al suelo de nuevo y sus nueve colas salieron disparadas desde debajo de la tela, dejando al inari hecho un amasijo de piernas y largos mechones de pelo naranja y blanco.

—¿Y tú querías engañarme? —rió el chico ayudándola a levantarse— ¿No sabes que no se puede engañar a un cuervo? Descendemos de Hugin y Munin, podemos ver todo lo que hay detrás de los velos.

El inari se sacudió la falda del vestido sin dejar de mirarle. No recordaba cuándo fue la última vez que alguien había conseguido engañarle. De hecho, no recordaba si lo habían hecho alguna vez. La atracción por aquel chico era más fuerte aún que antes. Quizá no tuviera un objeto mágico, pero desde luego poseía muchos secretos, y eso picaba en su interior como una brasa ardiente. Sentía unas ganas terribles de rebuscar en ese conocimiento, de aprender algo nuevo después de tanto tiempo... Pero el orgullo es aún más fuerte que la curiosidad. Así que giró sobre las puntas de sus pies, manteniendo todas sus colas bien altas y comenzó a irse por el mismo lugar por el que había venido.

No había dado más de tres pasos cuando él habló a su espalda.

—Si te vas ahora —le dijo— no voy a poder enseñarte.

El inari detuvo sus pasos y sonrió complacido antes de darse la vuelta, pues no quería darle demasiadas satisfacciones sin conocer sus puntos débiles. Y estaba decidido a conocerlos todos. El chico no pareció notar su gesto altivo. Se acercó a ella sin dejar de mirarla, dibujó media sonrisa mientras la sostenía por la cintura y le susurró al oído:

—¿Estás preparada para volar?

Comentarios

  1. No sé quiénes son Hugin y Munin ni cómo un inari ha aparecido en un castillo inglés, pero mola la historia. Sobre todo la frase del final.
    Lo de conocer el trasfondo hace que lo esté leyendo todo el rato con risitas en plan niña de 12 años que acaba de oír la palabra "pene". Curioso cómo los zorros están (estáis) en todas partes...

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    1. Hugin y Munin son los cuervos que acompañan a Odín y le cuentan lo que hay más allá de sus dominios. Y un inari aparece en un castillo ingles siguiendo a un cuervo, of course, jajaja. ZOrros everywhere!!!

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