10 AÑOS


Cuando mi segunda gran relación acabó transcurridos los mismos años que en la primera, decidí que siete años era lo que duraba para mí el amor. Siete años era el tiempo en el que tardaban en descubrir que no soy especial. En ver que el brillo que aparento es solo el de un cristal que el mar ha traído a la orilla de la playa. 

Con el tiempo le di más vueltas y pensé que quizá toda mi vida transcurre en periodos de siete años, siete buenos, siete malos. Soy el cristal de un espejo roto, con su profecía de siete años de mala suerte.

Empecé con una buena época. No recuerdo mucho sobre mi vida en León, pero creo que fui feliz allí. Al menos mi alma ha quedado ligada para siempre a esa ciudad, mucho más que a Salamanca, donde he estado desde entonces. 

Mis primeros siete años aquí no fueron buenos, no hice muchos amigos y sentí que había perdido mi sitio. Pero cuando con catorce años decidí aislarme del mundo, me encontré en una clase de instituto rodeada de gente que me hizo no perder la fe. Durante esos siete años conocí a tantas personas maravillosas y disfruté tanto de cada uno de mis días... Incluso me enamoré por primera vez.

En aquella época quería ser veterinaria y tener una granja. Luego no quise que la vida de los animalitos dependiera de mi buena praxis y pensé en ser bióloga marina, pero tenía demasiada física y lo dejé en bióloga a secas. Para cuando cumplí veintiuno ya había dejado la carrera y empezaron mis tumbos. Los siguientes siente años no es que fueran malos, solo caóticos. Fui camarera, maquilladora, actriz y vendedora. Probé a vivir en otra ciudad para mantener una relación que creía la única posible, pero eso solo precipitó la separación. Y mi trabajo de recepcionista nocturna volvió a hacerme un poco asocial.

Pasaba los días buscando con qué llenar mi vida, cuando me enamoré por segunda vez. Esos siete años fueron intensos, para lo bueno y para lo malo. El amor entró en mí, que esperaba quedarme sola para los restos, y me cambió por completo. Fueron unos años tan buenos, que cuando acabaron casi me muero. Literalmente.

Empecé mi siguiente septenio en el fondo de un pozo, física y psicológicamente. Y aquí llega el problema. Me tocaban siete años malos, pero cuando estas tan abajo, solo puedes subir. De repente me encontré otra vez con personas maravillosas que me alegran la vida a diario. Empecé a enseñar ciencias y descubrí una vocación que nunca me había planteado. Volví a escribir, a dibujar, a bailar... Aprendí mucho de mí misma y me convertí en fénix.

Pero ¿cómo se pasa de ser las cenizas de un cristal roto a renacer? Me puse a pensarlo y encontré un número diez entre tanto siete. Pisco lleva diez años compartiendo piso conmigo y ha permanecido inalterable a las idas y venidas de mi destino. Es cierto que tiene alma de gato y me hace saber que no me quiere y que cualquier persona que entre en casa le interesa más que yo. Y si esa persona es mi abuela, ya no existe nada más. Somos los dos un poco independientes, un poco nuestros, pero somos el uno del otro. Es el amuleto que acabó con la maldición de la princesa. Mi pequeño dragón Fujur.

¡Felices diez años, gordito!

Comentarios

  1. ¡Lo de Fújur es mío! :D
    ¡Feliz cumpleaños, Pisco! No sabía que los cumplía por esta época.
    Dicen que todo es cíclico, pero la verdad es que lo tuyo con el siete, que además siempre ha sido un número místico, es muy curioso. Nunca me he parado a pensar si en mi vida hay patrones así. Habrá que estudiarlo.

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  2. Jaja, ya sabes, mi amor por el drama, y la coincidencia de durar siete años con dos personas distintas

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