LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR

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Antes nunca me habían gustado las películas de amor. Con mis diecisiete años yo era una descreída a la que los romances nunca le llegaban al mes. Mis parejas aparecían en mi vida igual de rápido que se evaporaban, y no dejaban huella. 

También tenía una parte romántica, pero no encajaba con lo que yo estaba viviendo en aquellos momentos. No había encontrado a nadie por quien perder la cabeza, y los momentos que compartíamos no eran tan intensos como prenderle fuego a una bola de papel, eran más como fumarme un cigarrillo. Quizás no existieran las almas gemelas. A lo mejor debía esperar para encontrar la mía. O no lo hiciese nunca.

Mi vecino me llevó un día al cine a ver Los amantes del círculo polar. No me apetecía nada verla. No quería sufrir la realidad de dos personas que se enamoran tanto que todo a su alrededor es maravilloso y con su amor son capaces de superar cualquier adversidad, porque no me representaba. No era mi realidad.

Pero cuando acabó, no pude abrir la boca para quejarme. Me encontré con algo que nunca me había planteado: las historias de amor trágicas. Sí, con diecisiete conocía Romeo y Julieta, pero no me había sentido identificada con ella. Quizá porque con las familias hay formas de tratar, pero con las cartas que te reparte la vida, no.

—Voy a quedarme aquí el tiempo que haga falta —dice Ana al principio de la película— Estoy esperando la casualidad de mi vida.

Y a partir de ahí, Medem entrelaza a dos personas en un cuento que tiene aires de realismo mágico, y mucho diálogo irreal, pero intenso, del que en la adolescencia piensas que te va a decir la persona de tu vida para que sepas de inmediato que es tu alma gemela y ya todo sea perfecto...

Hasta ahí la misma historia de siempre, solo que contada de otra forma que me calaba más. El cambio llegó con la escena final. Y llenó mis pensamientos de drama. El problema de las películas románticas es que solo te cuentan el principio de la relación. Si esperas lo suficiente, todas las historias de amor terminan de un modo u otro. Drama.

—Por los amores eternos. Por lo poquito que duran —brindaba Lucrecia en El abuelo.

Y así es. Para mí esta película fue una reconciliación con el género rosa, otra manera de entenderlo. Desde entonces busco el drama en todas las historias de amor de la pantalla (Olvídate de mí, 500 días juntos, Black snake moan...) Pero también he aprendido a vivir las mías con la intensidad del fuego de hoguera de San Juan y de mirar después a las cicatrices que dejan sabiendo que son el libro de mi vida.

Si no habéis visto Los amantes del círculo polar, disfrutad alguna vez de las casualidades de los protagonistas con nombres capicuas. Y si lo que queréis es un amor eterno... solo tenéis que atreveros a vivirlo. ¡Saltad por la ventana, valientes!

Comentarios

  1. No ví esta película, pero siempre he leído buenas críticas acerca de ella. He podido ver algunas del género, y muchas acaban en drama, y las que son comedias románticas no (evidentemente) , pero con este tipo de películas ves grandes historias de amor, de almas gemelas,, etc. Todos hemos creído en ello alguna vez, pero al fin y al cabo nuestro alma gemela es la que nosotros reflejamos en nuestro espejo o fotos.
    Buen texto como siempre!! Mi enhorabuena!!

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    1. Mira, es otra forma de verlo. Aunque mi alma gemela no soy yo. Pero las veo en muchas de las personas que comparten mi vida...

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  2. No la he visto porque no soy muy de películas de habla hispana (bueno, no soy muy de películas en general) y no sé yo si sería para mí. Odio el drama y las tragedias de cualquier tipo. Para mi gusto ya lloramos bastante en la vida real como para buscar lo mismo en la ficción. Quizás por eso haya preferido siempre las comedias románticas, no tanto por el tema del amor (aunque eso resulte irónico viniendo de alguien que escribe mucho sobre esos temas) como por el aire desenfadado y optimista propio de la comedia. Es decir, de El diario de Bridget Jones disfrutaba más bien de los momentos míticos de la protagonista sirviendo sopa azul a sus invitados, metiendo la pata en entrevistas de trabajo y cantando borracha en un karaoke que del triángulo amoroso con los otros dos tipos.
    Creo que en temas tan personales como los sentimientos no se puede hacer caso a nadie. No todos estamos hechos igual. Hay quien necesita vivir sin ningún tipo de ataduras, hay quien tiene un alma gemela para toda la vida y hay quien tiene más de una al mismo tiempo. El problema es precisamente que en todas partes nos venden la imagen de cómo tienen que ser las cosas y a qué tenemos que aspirar.

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    1. Pues te doy toda la razón. Creo que nunca pienso en ello porque nunca he seguido mucho las normas sociales, así que siempre me he inventado cómo tienen que ser mis cosas y a qué aspirar. Pero me están gustando estas reflexiones interesantes.

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