EJERCICIO DE TERROR

El primero de los ejercicios que propone R.L. Stine en su curso de escritura para público adolescente, es encontrar cinco momentos en los que hayas sentido verdadero terror. Luego deben escribirse y valorarse qué tienen en común, qué sentimos...
Quien conozca mis historias, puede que crea que en uno de los primeros puestos estaría estar en mitad del Pacífico durante una tormenta tropical en un bote de cola larga, de esos de madera pequeñitos que se ven en las postales, o cuando casi me muero, pero no. Me he dado cuenta de que los momentos en los que he sentido verdadero terror son, básicamente, sustos. Y además sustos sin una base real, es decir, fantasmales.
Creo que he contado esta historia millones de veces, pero nunca la había puesto por escrito hasta ahora:
Estábamos grabando un corto en un antiguo convento, que también había sido un centro psiquiátrico y que había cedido una de las alas a artistas noveles como lugar de ensayo o de rodaje.
El primer día, nada más llegar, los miembros del equipo nos
contaron que una mujer se había suicidado en el piso de arriba, y que aún
estaba allí su nota de suicidio. Después de maquillar a los actores, Laura y yo
subimos para investigarlo.
Los dos accesos a los pasillos de ese piso estaban
tapiados, pero alguien había hecho un agujero en una de las paredes de
ladrillos y saltamos por él. Aparecimos al principio de un pasillo oscuro,
lleno de escombros, con decenas de puertas cerradas a la derecha y ventanas con
los cristales rotos a la izquierda, por las que podíamos ver a los demás en el
piso de abajo.
Avanzamos despacio, siempre que nos lo permitía la grabación,
pues si abríamos una puerta mientras se grababa, la luz entraría en cámara y
estropearíamos la toma. Así que fuimos abriendo las puertas una por una y
encerrándonos dentro de cada habitación para investigarla bien. Tuvimos que ponernos los jerseys cubriendo nuestra nariz y boca, puesto que el polvo y la suciedad se levantaban a cada paso y nos impedían respirar bien. Todo estaba lleno de muñecas descuartizadas, colgadas del techo, quemadas o mirándonos
desde mecedoras justo al abrir la puerta. Además había ropa de niño y hojas con
dibujos y caligrafía infantil por todas partes. Alguien se lo había pasado en
grande destrozando aquel sitio y colocándolo así para asustar a los siguientes
pero, ¿por qué lo habían tapiado?
Llegamos al final del pasillo, donde había
otra puerta que conducía a un pasillo más corto que giraba hacia la izquierda.
Aquel trozo tenía tres puertas a la derecha y una al final y no tenía ventanas,
por lo que era bastante más oscuro que los demás. Revisamos las tres
habitaciones y entramos por la puerta del fondo.
Llegamos a otro pasillo
exactamente igual que el primero. Al alcanzar la cuarta puerta, vimos que
estaba cerrada con un rosario, así que supusimos que esa era la
habitación que estábamos buscando. Antes de entrar en ella, revisamos el resto
de puertas, tras las que había el mismo contenido que en las que ya habíamos estado, y
comprobamos que aquel pasillo terminaba en el muro de ladrillos intacto con el
que habían sellado esa entrada. Volvimos a la habitación señalada y retiramos
el rosario. Allí dentro no había muñecas, solo cartas y fotografías tiradas por
todos lados. Laura y yo las recogimos y llenamos con ellas una bolsa grande de basura,
que decidimos bajar a la planta de abajo para revisarlas tranquilamente.
Al
salir de la habitación con nuestro botín, nos asomamos a las ventanas para ver
cómo iba la grabación. Estaban en medio de una toma, pero el técnico de sonido
le decía algo al director mientras le pasaba los cascos. Su cara era un poema.
Los cascos empezaron a pasar de una persona a otra, y nosotras no supimos nada
hasta que alguien dijo lo que estaba pasando en voz alta: «Se oye a
un niño por los cascos» Llegué a pensar que era una broma que nos estaban
gastando y que aparecería algún compañero para darnos un susto, pero nadie
miraba hacia donde nosotras estábamos. Parecía que aquello estaba sucediendo de
verdad, aunque sin los cascos, no podía oírse nada.
Cuando el director dio la
orden de cortar, nosotras nos dispusimos a bajar y a enterarnos de qué estaba
pasando pero, cuando abrí la puerta que daba al pasillo corto, la que
quedaba en el medio del pasillo se abrió también, lentamente. Sentí que el corazón me dejaba de latir por un momento, y retrocedí unos
pasos asustada. Mi cara debía de reflejar verdadero terror, porque Laura, que venía
detrás de mí y no había visto nada, dijo que ella no pensaba pasar por allí. Le
dije que era la única salida, pues detrás de nosotras solo había un muro de
ladrillos. Después agarré fuerte la bolsa de basura, cogí aire y salí corriendo
por el pasillo hacia delante.
No sé cómo no me caí o me torcí un tobillo por
correr sobre los cascotes de cemento del suelo ni cómo salté por el agujero de
la pared sin pensarlo y sin hacerme daño. El caso es que salí. Y Laura también, claro. Puedo deciros que la nota de suicidio era real, y la mujer que la escribió también, pero encontramos cartas porteriores escritas por ella, así que la historia no era cierta. El rodaje duró una semana, en la que sucedieron muchas más cosas extrañas, muchas que podrían dar miedo, pero ninguna tan aterradora para mí como esa puerta abriéndose.
Ya conocía esa historia, tanto en versión oral como en versión escrita, y sigue siendo muy siniestra. Bueno, todo el escenario es inquietante de por sí, dudo que necesitase muñecas y rosarios para serlo. Yo no creo que me hubiera atrevido a explorar, y menos la habitación cerrada con un rosario. No sé si hay manera lógica de explicar alguna de todas las cosas que pasaron. En todo caso creo que, si vuestro corto era de terror, deberíais haberlo mandado a la mierda y limitaros a grabar las cosas que pasaron durante el rodaje, jajajaja.
ResponderEliminarEl corto no era de terror, realmente, solo inquietante. El corto es una joya, buen guión y equipazo, así que fue un acierto no cambiar, jeje. Eso sí, hay material para otro, te doy toda la razón. Las cosas que pasaron esta semana de rodaje son unas de mis historias más contadas. Las he contado tantas veces que creo que mucha gente piensa que son mentira. Por cierto, encontré fotos, el pasillo de la foto es el de otro piso que no estaba tapiado ni tan "adornado". Imaginadlo sin luz y con muñecas... Jajaja.
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