DÍA DE LOS GATOS

—¡Feliz Litha!

El inesperado saludo hizo que la chica pegara un brinco en el asiento. Se giró sobre sí misma en la silla buscando a la persona de la que provenía la voz, pero no consiguió ver a nadie. De nuevo, esta vez más despacio, escudriñó la terraza y las de los vecinos, deteniéndose en cada rincón, hasta que vislumbró una sombra que parecía moverse. Fijó la mirada allí y, esforzándose, pudo distinguir unos enormes ojos verdes.

Obviamente sabía que no era quien había hablado, pero era igual de raro que estuviera allí. Le miró fijamente y sonrió. Él salió de la oscuridad caminando despacio. Entonces pudo verle perfectamente, como le veía ahora tumbado sobre la cama, negro y elegante. Su caminar era más hipnótico que el fuego, y la tuvo entretenida hasta que llegó a la mesa y, de un salto, se subió encima. Se acercó a olisquear el cenicero y luego dio la vuelta para sentarse frente a ella y mirarla inclinando la cabeza.

Era el gato más bonito que había visto nunca y la tentación de acariciarle, aunque pudiera arañarla, era muy fuerte, pero no llegó a hacerlo porque su mano quedó paralizada en el aire cuando él le habló:

—Deberías quemar los trozos de papel del cenicero, por pequeños que sean. Si no, puede que el hechizo no surta efecto.

Ella se quedó mirándole en la misma posición, con la quietud de quien sufre un ictus o de repente entiende por qué le han encerrado en un manicomio. Y así transcurrieron unos segundos eternos. El gato negro volvió a hablar:

—A lo mejor he ido muy deprisa —dijo como para sí mismo—. A ver, ¿hola?, me llamo Bake ¿Y tú eres…?

—Rita… —respondió ella con un hilo de voz.

—¡No fastidies! He ido a conocer a Rita en la noche de Litha, ja,ja,ja.

—¿Noche de qué? —preguntó ella.

—Noche de Litha —contestó él—. Te lo he dicho antes. No tienes ni idea de lo que te estoy hablando, ¿verdad? Al menos manejarás los hechizos básicos ¿no?

—¿Hechizos?

—¡Sí, hechizos, joder! ¿Pero qué tipo de bruja eres tú? —Cuando vio la cara de la chica no hizo falta que le contestara—. ¿No sabes que eres una bruja? ¿En serio? En fin… ¿Puedes ponerme un poco de vodka en un cuenco? Me parece que la noche va a ser larga…

Y lo había sido. Bake le contó la historia de la brujería desde sus orígenes. Le habló de Lilith y la descendencia de cainitas con la que pobló la tierra, de los poderes de los elementos, de las persecuciones por los inquisidores que temían lo desconocido y por los que conocían bien su poder. Le habló del culto al diablo y a los dos dioses, de las festividades sagradas, de rituales arcanos de todos los continentes y del poder individual y grupal de las brujas. Cuando la oscuridad comenzó a disiparse, decidieron ir a la cama y ahora, a la luz del día, Rita esperaba que todo hubiera sido una enorme borrachera y que el animal que dormía a sus pies fuera un simple gato que ronroneara al despertar.

Se quedó sentada en la cama mirando al felino hasta que este se estiró, bostezó, se puso en pie y arqueó la espalda. Los ojos de Rita estaban más abiertos de lo normal, y seguían cada movimiento del animal, que realizaba su ritual matutino sin preocuparse por la presencia humana en la habitación. Cuando saltó de la cama hasta el suelo, la chica sintió un alivio que deshizo la tensión de sus hombros. Pero fue solo un instante, hasta que, bajo el quicio de la puerta, Bake se volvió hacia ella y le espetó:

—¿Vienes o qué? Quiero que me prepares algo para esta resaca.

Comentarios

  1. ¿Es una versión reducida de cierta historia que conozco, por casualidad? Bueno, y con un final bastante más humorístico. ¡Qué majo, el minino!
    Me encanta que nos haya dado a las dos por celebrar el Día Internacional del Gato. Humo está guapísimo en esa foto.
    (Bueno, y tú también, pero hoy lo que importa es el gato)

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  2. Humo siempre fue un gatazo bien guapo. Es un trocito de mi historia de la bruja novata, sí

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