LA ROM
Apareció entre la gente, silenciosa y altiva, y a su paso removió el aire que había entre nosotros.
Nos miró desafiante, con aquellos enormes ojos verde claro que parecían contener toda la sabiduría de su raza. Cuando sonó la trompeta los cerró, sonrió ligeramente de medio lado y empezó a bailar.
El ambiente se llenó con los retazos de colores de su falda y con el olor a especias que traía prendido en el pelo. Con cada giro y cada salto el golpear de las monedas que llevaba atadas a la cadera se unía al ritmo frenético de los violines, y cada ondulación imposible de su cuerpo atraía mi atención como si estuviese hipnotizada.
Contemplaba su boca entreabierta, su pecho que oscilaba por la agitada respiración, intentando absorber su esencia. Se detuvo justo delante de mí y me miró mientras sonaban los últimos acordes de la música. Pude sentir entonces lo que significaba aquella mirada: que acabábamos de contemplar su alma desnuda y que, al mismo tiempo, nunca nos mostraría su alma.
¡Qué preciosidad de descripción! Se nota mucho tu pasión por la danza.
ResponderEliminar¡Ay, gracias! Qué ilusión me ha hecho leer este comentario. Sonrisa para todo el día ya
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