SEMILLA


Es la una del mediodía.

Busco entre las bolsas el manojo de zanahorias y separo una con cuidado. La lavo bajo un chorro de agua fría. Le quito los extremos, la pelo y la coloco entera en la cazuela grande, junto con el resto de carne y verduras. Solo me faltaba eso, así que cubro todo con agua y lo pongo a cocer después de cerrar la tapa.

Cuando voy a tirar los restos me fijo en uno de los trozos de zanahoria. De él salen unos pequeños tallos con hojas verdes, bien firmes. Lo sujeto entre mis dedos recordando las clases de botánica y salgo a la terraza. Hago un pequeño agujero con las manos en la tierra de una de las macetas y entierro en él el pedacito naranja, dejando que las hojas se mantengan en el exterior. Lo riego y me siento en el suelo a mirarlo.

Ha empezado a hacer calor. La luz del sol me hace entrecerrar los ojos mientras pienso, distraída. Nacerá una zanahoria de un pequeño trozo de la anterior. Surgirá una nueva planta que contendrá parte de otra. Y esa parte, a su vez, llevará dentro parte de otra más antigua. Así hasta el principio de todo. Lo mismo que yo.

Yo soy los genes de mis padres y ellos los de mis abuelos. Todas las generaciones, desde el comienzo, forman parte de mí. Cada una de las personas de mi línea genética ha dejado una marca indeleble, que se refleja como matices de la luz en el cristal cuando hablo, cuando río, cuando escribo... Cuando vivo.

Todos esos pedazos dentro para hacerme quien soy. Quizá por eso, cuando muere alguien, siento dentro su dolor, que se hace mío, imposible de controlar. Pero yo sigo aquí y eso significa que la parte que dejó en mi interior y sufre, sigue conmigo. Me lleva un tiempo hacerle entender que su impronta sigue viva, que todos y cada uno de sus hijos la hacen inmortal.

Me levanto del suelo y voy a la cocina. No sé cuánto tiempo ha pasado y debería ir a ver la olla. Y mientras compruebo que todo está bien, decido que quiero plantar las semillas de todo lo que me coma. Devolver su parte a la tierra y que me devuelva un jardín de frutales y hortalizas. Un jardín que será la imagen de mi interior, con todos esos fragmentos, que no me hacen estar rota ni ser más sabia, sino ser infinitamente yo.


Comentarios

  1. ¡Qué bonito! Es muy curiosa la idea de devolver a la tierra lo que tomas de ella y que, a la vez, aquello que siembras tenga una parte de ti. Nunca lo había pensado.

    PD. De nuevo, siento lo de tu abuela. Espero que estéis mejor.

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