LAS SEIS

 


El despertador marca las seis.

La alarma no suena, hoy no tenía que levantarme temprano. Además nunca lo pongo tan pronto.

A las seis de la mañana la calle está oscura. No puede haberme despertado un rayo de luz filtrado por una rendija de la persiana. 

Tengo calor. Tiro del edredón hacia atrás. Y de la manta. Y de la sábana. Y en seguida tengo frío y me vuelvo a tapar. Pero hace calor.

Me pongo de un lado y de otro, intentando quedarme dormida otra vez. Imposible. Parece que mi mente está revuelta pensando en la vida que me pierdo por quedarme en la cama.

Me obligo a estar quieta y cierro los ojos. Y de intentarlo, entro en un duermevela que me hace soñar con algo que parece tan real, tan conocido, que se desvanece cuando pestañeo, porque parece que podré acceder a ese recuerdo cuando quiera. Pero nunca está.

Y empiezo el nuevo día. Y a la madrugada siguiente, vuelvo a despertarme con el despertador marcando las seis. ¿Qué tendrá esa hora que me revuelve el cuerpo? 

Cada día me obligo a quedarme quieta, y sueño con cosas que no están cuando despierto, sueños perdidos.

Solo hay una cosa buena de despertarme a las seis de la mañana: cada día, al abrir los ojos, todavía medio dormida, intento contarte mi sueño, para retenerlo. Luego, la conciencia me revela que estoy sola en la cama, pero nadie puede quitarme ese rato hablándote en susurros, tan cerquita de tu cara.

Benditas seis de la mañana.


Comentarios

  1. ¡Qué siniestro! Yo muchas veces me despierto alrededor de esa hora, pero suele ser culpa de cierto gato.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jijiji, Creo que lo mío es lo que me queda de sonambulismo. Aunque a lo mejor es hambre, como Oreo, jajaja

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

COHERENCE / PERFECTOS DESCONOCIDOS

PLAYLIST DE CUMPLEAÑOS

RAROLARIUM