EL FUEGO

 

Por primera vez miro a mi alrededor y no hay hielo. No estoy en el estanque ni en las montañas en las que aprendí a sobrevivir sola. Todo lo que puedo ver es una árida llanura, en la que destacan algunos árboles resecos, y la casa frente a mí. 

No se escucha nada que indique que por aquí haya cualquier forma de vida, ni humanos ni animales, pero no soy tan tonta como para que eso me haga bajar la guardia. Al menos ya no, es lo bueno de haber aprendido por las malas. Así que, antes de rodear la casa, voy hacia uno de los árboles y cojo la rama más grande que puedo partir. Y luego, intentando que mis pasos no hagan ruido, me dirijo hacia el centro del incendio.

Al llegar al otro lado me quedo de piedra. Aquí no hace ni por asomo el frío que he tenido que vivir en otros lugares, pero juro que la sangre se me acaba de congelar dentro de las venas. Vale, sé que estoy exagerando, pero de verdad que lo que sentí al ver aquello fue algo muy parecido.

Frente a mí se extiende un gran terreno yermo, en el que pueden verse dispersas algunas casas parecidas a la que acabo de rodear. Ninguna parece habitada, ni siquiera están en condiciones para ello, porque a la que no se le ha caído el techo le falta parte de un muro. Pero no es el abandono de este lugar lo que me pone los pelos de punta, sino comprobar de dónde viene el humo. Unos metros más adelante, entre las ruinas de las casas, pueden verse los restos de una enorme hoguera. Y no me hace falta acercarme para ver qué han quemado allí. Puedo apreciar perfectamente un gran montón de huesos bajo la humareda.

Cuando por fin consigo que mis piernas me respondan, voy hasta la pira y le pego una patada, esperando que aquello no fuera lo que parecía. Desde el montón caen un par de costillas y algunas vértebras, demasiado grandes para ser humanas. El cráneo que rueda hasta mis pies lo confirma, lo que han quemado aquí eran vacas, una gran cantidad. Pero ¿por qué? ¿Quién se habría pasado la última noche del año quemando ganado que podía servir de alimento? 

Quero asegurarme de que realmente no queda nadie allí y por eso me pongo a revisar las casas a conciencia una a una. Los destrozos parecen recientes, no hay moho ni tierra cubriendo las ruinas. Quien quiera que haya estado aquí el año pasado se ha asegurado de no dejar nada que otros puedan utilizar. No queda vajilla ni muebles, ni siquiera un buen lugar donde guarecerse en el que no pueda entrar el frio o la lluvia.

Quien lo haya hecho daba por supuesto que no volvería a aparecer cerca de aquí. Y también quería asegurarse de que, si alguien lo hacía, no lo tuviera fácil. No me gusta el tipo de gente que es capaz de hacer eso, joder a los demás porque sí, sin ningún tipo de razón, así que salgo de la última casa llena de rabia. Que exista gente tan mala solo aumenta mis ganas de matar. Puedo notar cómo se aprietan mis dientes y cierro fuerte mi mano sobre el palo, como si Bird fuera a cruzárseme de pronto y pudiera estampárselo en toda la cara. Y justo entonces me doy cuenta de que no sé ni por dónde empezar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

COHERENCE / PERFECTOS DESCONOCIDOS

PLAYLIST DE CUMPLEAÑOS

RAROLARIUM