KARMÁTICO


Una vez en Tailandia me contaron una curiosidad sobre las oraciones en el budismo: cuando la gente entra a rezar en un templo y pide algo, no lo pide para sí mismo, sino para los demás.

El concepto es sencillo y tiene que ver con el karma. Querer cosas buenas solo para ti, te hará egoísta y, con el tiempo, estarás solo con tus posesiones. La historia del rey Midas. En cambio, si pides cosas buenas para la gente a la que quieres, ellos estarán mejor y terminará repercutiendo en ti. Por ejemplo, si la gente a tu alrededor es feliz, te tendrás que comer menos broncas.

Últimamente me he acordado mucho de esta teoría, quizá desde que conocí los petos de almas. Es fácil olvidar a aquellos a los que rezamos, sean dioses, almas del purgatorio o espíritus familiares. Siempre centrados en lo que necesitaríamos para ser felices, centrados en las carencias. Puede que, si pensamos más en cuidar a los demás, tengamos menos tiempo para ver lo que creemos que nos falta. 

Oración, karma, mindfulness... El caso es que me he propuesto intentarlo, cada noche, sosteniendo su anillo como si fuera el lucero del alba. Quién sabe, tal vez así las ideas dejen de buscar un postor que las haga realidad y se asienten en mi ajetreada cabeza, dejando ver por fin lo que realmente importa.

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