LA DONCELLA

 

Siempre me gusta encontrar los escritores escondidos en la ficción, pero esta vez ha dado con algo distinto, aunque relacionado con la escritura. 

Kouzuki es un anciano que colecciona literatura erótica. Su biblioteca es inmensa, y contiene tesoros antiguos, desde pergaminos a grandes encuadernaciones. Adora tanto sus libros que, cuando comienza a tener problemas económicos, solo ve una salida posible: casarse con su sobrina Hideko, que heredó una gran fortuna al suicidarse su tía. 

Pero hasta que la muchacha tenga la edad adecuada, no le queda más remedio que vender algunos de sus libros. Como buen coleccionista, no quiere desprenderse de ninguno de ellos, así que planea otra cosa. Kouzuki dedica casi todo su tiempo a copiar a mano algunos de los textos, y contrata a un falsificador de arte, el conde de Fujiwara, para que realice los dibujos de sus páginas. Y, aunque entre los dos crean unas falsificaciones casi perfectas, Fujiwara tiene otros planes. El falso conde aspira a casarse con Hideko y disfrutar de la mitad de su fortuna, a cambio de liberarla de aquella casa y de su tío.

La doncella es una película coreana y, como siempre pasa en el cine asiático, la imagen tiene una gran importancia. Durante toda la historia vemos escenarios cuidados, y juegos de luces y colores, que le dan a la historia la belleza de un cuadro.

Entre ellas, destacaría la escena en la que Hideko lee en voz alta. Su tío lleva enseñándole desde pequeña cómo hacerlo, cómo declamar bien y qué gestos y entonaciones hacer para mantener el suspense o transmitir la emoción encerrada en las palabras del texto. Cada fallo que cometiera, suponía un castigo físico que su cruel tío le aplicaba sin compasión. 

Ahora que Hideko es una mujer adulta, es capaz de permanecer quieta, sentada con su kimono sobre el escenario, y leer desde su atril con tal habilidad, que con una simple caída de ojos o un leve movimiento de su mano, los hombres que la escuchan sudan de excitación. Y casi podrían estallar de placer cuando representa los grabados de los libros utilizando una marioneta fabricada por Kouzuki. Después es muy fácil convencer a aquellos hombres para que compren esa joya de la literatura erótica, sin que se den cuenta de que no es original.

Y es que el fetichismo es lo que tiene, pura obsesión por algo. Por ejemplo, por la literatura. No hace falta la perfección ni el castigo, simplemente con que la persona adecuada te lea libro bien cerca... Las palabras escritas adquieren otra forma en una boca ajena y pueden saborearse como un beso. No tiene por qué ser algo erótico. Se trata de disfrutar juntos, de compartir pasiones, de entrelazar las almas...

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