ATRAPASUEÑOS


La anciana está sentada en una piedra, con los ojos cerrados y la cabeza girada hacia el sol, sintiendo el calor de los primeros días de primavera.

—¿Seguimos? 

La pregunta la saca de su sopor y les dirige una mirada a las cuatro niñas que están sentadas en el suelo, frente a ella. Antes había muchas más en la llegada de las primaveras, antiguamente...

—Ya hemos atado el aro —le dice una de las niñas mostrándole un círculo hecho con ramas verdes de sauce.

—Ya veo, ya —le sonríe la anciana—. Entonces ha llegado el momento de que aprendáis a tejer.

Y mientras les muestra a las niñas con sus envejecidas manos como trenzar la lana sobre su recién hecho bastidor, empieza a contar una historia que ha repetido cientos de veces:

—¿Sabéis, niñas? Podemos hacer este cazador de sueños gracias Abuela Araña. Cuando el pueblo chippewa se asentó y comenzó a crecer, ella ya no podía vigilar los sueños de todos los niños, así que les enseñó a las mujeres a tejer una red dentro de un aro para atrapar las pesadillas que intentan colarse en nuestro descanso, provenientes del mundo onírico. Esos malos sueños quedan atrapados por las cuentas, las semillas y colores del tejido y se destruyen en cuanto les da la luz de la mañana, para no causar ningún daño.

—¿Y el resto de sueños? ¿Los sueños bonitos, que me gustan? —preguntó la más pequeña del grupo.

—¡Ah! Los sueños bonitos, los que son dulces y plácidos, se cuelan por el centro de la red y resbalan por las plumas hasta colarse en vuestras cabecitas. Y como veo que ya habéis terminado de tejer es lo único que nos queda, colgar las plumas.

La anciana les tendió un puñado de hermosas plumas de búho a sus alumnas, pero se dio cuenta de que una de ellas no dejaba de mirarlas con preocupación.

—¿Te pasa algo? —le preguntó dulcemente la anciana— No temas decírmelo, pequeña.

La niña sacó tímidamente de su bolsillo unas grandes plumas marrones y blancas, desgastadas y sucias y se las mostró a la anciana, que le sonrió más aún.

—Claro que puedes poner estas plumas de buitre en tu atrapasueños. Y todo lo que tú quieras, al fin y al cabo va a ser tu amuleto. Déjame que las limpie un poco antes. ¿Las has encontrado tú?

La niña asintió mostrando una leve sonrisa y, cuando la anciana le devolvió las plumas, se concentró en atarlas lo mejor posible. La anciana cerró los ojos de nuevo para sentir el sol de primavera en la cara. Nunca dejaría de sorprenderle cómo los espíritus animales encontraban a sus protegidos, ni cómo las personas adoptaban sus rasgos bajo su cuidado.

 

Comentarios

  1. Que bonita historia, donde enlazas tradiciones y enseñanzas de los mayores y los sueños de los pequeños

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