VESTAL

 


Hace siglos que no arde la llama en el templo de Vesta,

pero quedan vestales.


Ya nadie las llama así, nadie las reconoce,

pero ven el fuego en su interior como un faro.


Cientos de miles se acercan a ellas y lloran en sus hombros,

y se sienten aliviados, sin saber muy bien porqué.


Ellas escuchan, consuelan, sanan, y brillan un poco menos cada vez.

No recuerdan la carga que viene con su luz.


Los fieles cada día se alimentan del calor de sus brasas 

y después vuelven reconfortados a un cómodo hogar.


No queda nadie para vigilar el fuego. Aunque lo necesiten,

nadie quiere sacrificarse para que no se pierda la luz.


Es mucho más fácil mirar por uno, infinitamente mas fácil cuidar solo de ti,

y esperar que sea otro quien haga el trabajo.


Y mientras, la llama se va apagando

en el pecho de las vestales.


¿Quién se sacrificará para que no muera la ultima virgen?

¿Quién mantendrá el consuelo de la humanidad?


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