IRIS


Este año no para de llover. Los pantanos están la llenos y las plantas crecen hasta en los resquicios entre las baldosas de la acera. Iris no parece dispuesta a descansar.

Es la diosa griega que recoge el agua del mar y riega con ella las nubes, que acaban por descargar lluvia sobre nosotros, la que trae fecundidad al campo. 

Es tan rápida como Hermes, por lo que también ha llevado mensajes al Olimpo, aunque ese encargo no le gusta tanto. Por si acaso, siempre lleva una jarra con agua de ola más fría, proveniente de la laguna Estigia, para hacerles olvidar a los dioses sus rencores y venganzas.

No le gustan nada las disputas así que, después de salpicarles, cruza el cielo a toda velocidad para volver al fondo del mar, donde nadie la moleste. No se da cuenta de que su carrera descompone la luz en siete colores, que señalan la ruta de su huida. 

No lo sabe porque nadie la ha seguido nunca. Los dioses comprenden al ver la colorida estela que su enfado no era tan trascendente como pensaban y vuelven a dedicarse a otras cosas. Nosotros nos quedamos mirando embobados el arcoíris, sin comprender quizá que nos está indicando qué es lo verdaderamente trascendente.

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