ESCRITORAS DE AIRE

Caminabas por la feria cuando viste su puesto. Nunca habías creído en esas cosas, así que pasaste de largo pero, por alguna extraña razón, cada vuelta que dabas, cada camino que elegías, te llevaba de nuevo ante la tienda de la adivina. Gastar tu dinero de esa forma era una tontería, pero aún así entraste y te sentaste frente a ella. Sus grandes ojos negros se clavaron en ti mientras te preguntaba: —¿Quieres conocer tu destino? ¿Pasado, presente y futuro? Un tímido "sí" se escapó de tu boca mientras te repetías por dentro que no creías en esas cosas. La mujer apartó la bola de cristal y la dejó junto al quemador de incienso, desde el que un humo gris se elevaba inundando la estancia. Luego cogió el mazo y empezó a barajar sin dejar de mirarte. Cuando el movimiento se detuvo y sacó la primera carta, te fijaste en su pelo. Era negro, como las plumas de cuervo y largo, tan largo que casi rozaba el suelo a los pies de la silla. Sus primeras palabras atrajeron toda tu atención hac...