TRES

Tres, eran tres, las hijas de Elena. Tres, eran tres, y ninguna era buena.

El tres en arte siempre ha sido símbolo de armonía y belleza: el relieve de Osiris, Isis y Horus, las esculturas de Santa Ana con el niño, las tres gracias...

Pero, además de en el arte, el tres está muy presente en las religiones y las mitologías. Todos hemos oído hablar de la santísima trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero ¿y de las triadas de diosas?

Morrigan es la diosa celta de la destrucción y también del renacimiento. Podía vérsela en los campos de batalla, antes de que esta comenzara o flotando sobre los cadáveres cuando ya había terminado. Pero esta diosa también era quien traía nueva vida a los prados y a los vientres de las mujeres y los caballos. Ella era tres mujeres en una, y cambiaba su forma inconscientemente en doncella, madre o amante, según el momento. 

Ella es la madre de Brigid, la diosa celta de la inspiración, la sanación y la adivinación, adorada por artistas y druidas en la antigüedad y aún ahora. A día de hoy, los católicos la rezan en la forma de Santa Brígida, los británicos y los gallegos como Brigantia e incluso se cree que la esposa del varón Samedí, mamam Brigite, puede ser una interpretación de esta diosa.

Brigit también es una mujer que son tres, a veces hermanas, a veces la misma. Como Brigit, es la doncella de la primavera, como Dana el fértil verano y como Cailleach, la vieja que avanza en el invierno hasta Ávalon para renacer de nuevo con las manzanas de la juventud. Las tres conforman el ciclo de las estaciones y el de la vida misma.

Los escritores, bailarines, cantantes, artesanos... pueden celebrarla el 1 de Febrero, día de la Candelaria, con velas y fuego para atraer sus dones y la creatividad. Mi grupo de baile nació bajo su protección, y lleva su nombre porque también somos tres, pero somos una.

El baile me lleva a la primera triada femenina que conocí: las moiras. Diosas del destino, que tejen  el hilo de la vida desde el tercer día tras el nacimiento hasta la muerte y, a veces, un poco después. Nunca dan consejos, no son claras, solo dicen lo que ya está escrito y ha de cumplirse, pero aún así son consultadas como oráculos en multitud de ocasiones.

Las hilanderas del destino aparecen en múltiples mitologías indoeuropeas. Los romanos las llaman Parcas, los nórdicos Nornas y los bálticos Laimas. Pero, sea cual sea el nombre utilizado, son las dueñas de las vidas de cada ser humano y dios que hay sobre el mundo y, si bien solo cumplen con su obligación, pueden ser vengativas si se las intenta engañar.

Las moiras cobraron forma para mí en la película Hércules, de Disney, y más tarde marcaron el destino de Sandman en las páginas del cómic. De ellas me serví para que guiaran la trama la obra "El hilo de Penélope", tejiendo la vida de la protagonista desde que se encuentra en el vientre de la ninfa Peribea hasta que todos los personajes de la obra estuvieron en el Hades.

En aquella ocasión tuve la suerte de ser Atropos, la encargada de poner fin a los destinos con sus enormes tijeras y bailé con mis dos "hermanas" una canción de Theodor Bastard, que se ha quedado para siempre entretejida con nuestro grupo. Ahora, años después, la he retomado para hacer de una hechicera en las 1001 noches. Pero todo el que oiga la letra no puede dejar de pensar en las diosas del destino: Ahh, duwero, ks ks ks, duwero...

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